Una crime storie real sobre violencia de género donde la víctima es menor de edad

Caso Violencia de Género víctima menor de edad: Lo que nadie quería ver

En la urbanización Los Sauces, a las afueras de Madrid, la rutina se rompió una mañana con un silencio denso, de esos que anticipan tormenta.

Era una zona tranquila, de jardines bien cuidados y adolescentes que corrían entre las sombras de los pinos.

Allí vivía Clara, una joven de 17 años, con su madre, Carmen, desde que Carmen se divorció del padre de Clara.

Tenía amigas leales, un carácter reservado y un novio que… todas sus amigas y amigos sabían que no le convenía, salvo ella… y su madre.

El atestado de la Guardia Civil

Fue a mediados de marzo cuando dos amigas de Clara acudieron nerviosas al cuartel de la Guardia Civil.

Declararon que el novio de su amiga, Iván, de 19 años, la había golpeado. Aseguraron que no era la primera vez que lo hacía, que también la humillaba con frecuencia.

Aunque no presenciaron la agresión, estaban seguras: “La ha pegado, se le nota en la cara… tiene un ojo morado”.

La Guardia Civil actuó de forma rápida y expeditiva, detuvo a Iván y citó a Clara para la celebración de un juicio rápido.

Cuando Clara llegó al juzgado de Violencia de Género en Collado Villalba, llevaba un hematoma evidente en el ojo que le bajaba hasta el pómulo derecho.

Iba acompañada de su madre, Carmen, una mujer que parecía más inquieta por defender al novio de su hija que por el estado de esta.

“Se ha caído”– repetía Carmen ante el funcionario de guardia.

“Mi hija me lo ha dicho. Se resbaló y se golpeó con una piedra cerca del jardín. No tiene sentido todo esto”.

Poco después apareció el padre de Clara, Ernesto.

Vivía en otra ciudad desde el divorcio, pero al enterarse de la denuncia, no lo pensó, lo dijo en su trabajo y condujo hasta el juzgado.

Fue comedido, sereno: –“Prefiero no sacar conclusiones hasta que no se investigue todo”– dijo, mirando a Clara, quien apenas le sostenía la mirada.

La declaración de la víctima

Ya en sede judicial, Clara ratificó la versión que había contado a su madre. Dijo que se cayó, que no había ningún insulto, ningún golpe.

Se negó a ser vista por el Médico Forense, algo que encendió aún más las alertas del juez de guardia.

El parte de lesiones enviado por el hospital hablaba de un hematoma con signos compatibles con traumatismo directo, sin trazas evidentes de una caída accidental.

El juez ordenó al Médico Forense elaborar su informe sobre la base del parte recibido. Mientras tanto, las declaraciones de las amigas se sumaron al expediente.

Dijeron que Clara vivía sometida, que la controlaba, que temía por ella. Que aunque no vieron el golpe, no tenían dudas de quién lo había provocado.

Es más, declararon que Clara les comentó que a Iván se le fue la mano sin querer.

Iván, por su parte, negó los hechos. Mantuvo que Clara se cayó, que él jamás le había levantado la mano, ni la había insultado.

Aseguró estar preocupado por ella.

Fase intermedia y calificación del Ministerio Fiscal

El Ministerio Fiscal presentó su escrito de acusación con firmeza: solicitó una condena de 3 años de prisión por un delito de lesiones en el ámbito de la violencia de género (artículo 153.1 y 3 del Código Penal), además de la prohibición de comunicación y acercamiento a la víctima por 2 años.

Se ofreció una conformidad en esos términos, buscando evitar la revictimización en el juicio oral.

La defensa rechazó la conformidad, siguiendo las instrucciones del propio Iván, que insistía en su inocencia.

El juez, ante la falta de acuerdo, remitió las actuaciones al Juzgado de lo Penal de Madrid para su enjuiciamiento.

Juicio oral

El juicio oral se celebró un mes después.

Clara, esta vez sin su madre, acudió visiblemente más nerviosa. Su padre estuvo presente, a distancia, sin intervenir.

El ambiente era denso, cargado de silencios que hablaban más que las palabras.

Durante la vista, Clara repitió su versión: que se cayó, que Iván no la tocó.

Las amigas ratificaron su declaración que realizaron tanto ante la Guardia Civil como ante el Juez.

El informe forense, basado en el parte médico forense sostuvo que la lesión que presentaba Clara era compatible con un golpe fuerte con el puño de una mano.

El Ministerio Fiscal interrogó con respeto pero con determinación.

En su informe final, subrayó la necesidad de proteger a la víctima incluso cuando ella no puede o no quiere protegerse a sí misma.

Sorpresivamente, al final del juicio, Iván se derrumbó. Admitió los hechos. Reconoció que perdió el control, que sí la golpeó. Fue un momento breve, seco, sin lágrimas.

Sentencia

La jueza dictó sentencia condenatoria: 2 años de prisión por un delito de lesiones en el ámbito de la violencia de género, más una pena de alejamiento y prohibición de comunicación durante el mismo período.

La pena privativa de libertad quedó suspendida por 2 años, a condición de que no volviera a delinquir en ese tiempo.

El quebrantamiento y la caída definitiva

Pocos días después de la sentencia, en una tarde que olía a verano anticipado, la Guardia Civil sorprendió a Clara e Iván conversando en un parque cercano a la urbanización.

Se habían citado en secreto, desafiando la orden judicial. La conversación, aunque sin violencia, bastaba para un delito de quebrantamiento de condena (artículo 468 del Código Penal).

El Fiscal, sin dudarlo, solicitó la revocación de la suspensión y una nueva condena.

El juez de lo penal impuso una nueva condena de prisión a Iván por quebrantamiento de condena y acordó que Iván ingresara en prisión: debía cumplir los dos años pendientes por las lesiones y un año más por el quebrantamiento.

Actuación del Ministerio Fiscal

La labor del Ministerio Fiscal fue firme desde el principio.

Asumió la dificultad de probar una agresión no presenciada, con una víctima menor que negaba los hechos y unos padres enfrentados.

Su estrategia se basó en los indicios: el parte médico, las declaraciones espontáneas de las testigos, la negativa de la víctima a ser explorada por el forense.

Valoró las contradicciones, la dinámica de la relación, y especialmente el patrón de sometimiento que se adivinaba tras la actitud de Clara.

Durante el juicio, evitó caer en una acusación implacable, pero sí clara en su mensaje: la violencia de género entre adolescentes también existe, y debe combatirse aunque la víctima no lo acepte.

No mires a otro lado

Clara no ha vuelto a ver a Iván. Terminó el instituto en silencio, con una mirada nueva, más dura.

Su madre aún defendía que todo era un error.

Su padre, sin palabras, la abrazó el día en que recogió el certificado de empadronamiento para mudarse con él a otra ciudad.

Hay historias donde el mal no se disfraza de monstruo, sino de cariño.

Donde el silencio es la mayor complicidad.

Y donde los profesionales de la Justicia, aun sin testigos, puede abrir camino cuando alguien decide mirar hacia otro lado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *