Cañas Viejas - ¿Fue una tentativa de homicidio?

Cañas Viejas – ¿Tentativa de homicidio?

La noche se cernía sobre el bar “Las Cañas Viejas” con un aire impenetrable, como si algo oscuro se agitara tras sus puertas. 

Los parroquianos charlaban, reían y bebían sin imaginar que, entre las sombras danzantes y los haces de luz tenues, se estaba gestando una tormenta que cambiaría el curso de varias vidas. 

Nadie prestó atención cuando dos hombres cruzaron miradas en un rincón poco iluminado. 

Nadie imaginó que, en cuestión de minutos, un golpe seco y el estrépito de un cristal roto arrastrarían a todos a un inesperado abismo de sangre, culpa y misterio.

Tentativa de homicidio, lesiones graves o… absolución.

La agresión

Alberto, un hombre de treinta y pocos años, con semblante cansado y ojos inyectados de rabia contenida, llevaba toda la velada discutiendo con Raúl, un conocido de la infancia al que no veía desde hacía meses. 

Lo que comenzó como una conversación trivial sobre fútbol degeneró en un enfrentamiento personal. Raúl, más corpulento y con un gesto desafiante, no retrocedía a las provocaciones de Alberto. 

Las palabras altisonantes flotaban en el aire, y la tensión crecía a cada segundo.

En un momento de silencio inquietante, Raúl, con voz helada, hizo un comentario sobre la familia de Alberto. 

Fue una frase mordaz, aparentemente insignificante para cualquier oyente casual, pero que para Alberto significó la gota que colmaba el vaso. 

El latido de su corazón se aceleró mientras sus manos se aferraban con fuerza a la botella de cerveza que tenía delante.

Sin pensarlo dos veces, Alberto rompió la botella contra el borde de la mesa y se lanzó hacia Raúl con un movimiento que nadie en el bar pudo detener a tiempo. 

El estrépito del cristal al astillarse se confundió con un grito ahogado de terror. La gente alrededor retrocedió con horror cuando vieron el filo de la botella cortando el aire. 

Un segundo después, la sangre manchó la camisa de Raúl, que cayó al suelo aferrándose al costado.

El silencio

Los testigos tardaron unos instantes en reaccionar. Un silencio mortal invadió el local, seguido de un estallido de voces nerviosas.

Algunos corrieron a auxiliar a Raúl, otros sujetaron a Alberto, que permanecía inmóvil, respirando de forma agitada y con la mirada perdida en algún punto invisible. 

El camarero, tras recuperarse del shock, llamó a la Policía Local y a una ambulancia.

Actuación policial

Cuando los agentes llegaron, se encontraron con la escena caótica: el cuerpo de Raúl tendido en el suelo, la botella rota y el charco de sangre a su alrededor. 

Los policías separaron a la multitud y pidieron calma. Interrogaron brevemente a los testigos y, tras comprobar la gravedad de las lesiones, detuvieron a Alberto. 

Esa misma noche, en la comisaría, empezaron a redactar el atestado con testimonios confusos y contradicciones habituales en momentos de tensión.

Raúl fue trasladado de urgencia al hospital. La herida era profunda y le había perforado parcialmente el abdomen, afectando órganos vitales. 

Requirió varias horas de cirugía y una larga hospitalización. Aquello no era una simple riña: las lesiones eran graves y las consecuencias, imprevisibles.

La Guardia Civil, informada por la Policía Local, revisó las cámaras de seguridad del bar para completar el informe.

Los vídeos mostraban cómo Alberto agitaba la botella rota y la hundía en el costado del cuerpo de Raúl

Aunque no se apreciaba con total claridad quién inició la provocación, la brutalidad del ataque era evidente.

Instrucción de la causa penal

Días después, el caso pasó al Juzgado de Instrucción. 

Alberto permaneció en prisión provisional por la gravedad de los hechos y el riesgo de fuga, a pesar de su abogado, un experto en derecho penal que luchaba por medidas menos severas. 

En las primeras declaraciones, Alberto balbuceó que había perdido el control, que no quería dañar a Raúl de esa forma, pero que no pudo evitarlo cuando creyó que su familia estaba siendo deshonrada. 

Su abogado se aferraba a la posibilidad de alegar un arrebato, un acto impulsivo sin premeditación.

Sin embargo, la Fiscalía veía indicios claros de tentativa de homicidio, o en su defecto, un delito de lesiones graves con uso de instrumento peligroso.

Mientras tanto, Raúl se recuperaba lentamente en el hospital. Tenía el rostro pálido y la voz débil, pero juraba que él solo había respondido a los insultos de Alberto. 

Sus familiares exigían justicia, convencidos de que Alberto casi había acabado con su vida. 

El miedo y la ira se mezclaban en el ambiente: 

  • por un lado, Raúl temía quedarse con secuelas permanentes; 
  • por otro, Alberto se enfrentaba a una pena de prisión que podía llegar a varios años.

Durante la instrucción, aparecieron testigos que ofrecieron versiones dispares. 

Una mujer rubia, que apenas conocía a los implicados, afirmó haber visto a Raúl empujar a Alberto antes del ataque. 

Un amigo de Raúl, sin embargo, dijo que Alberto lo agredió sin provocación física previa. 

Las grabaciones de la cámara de seguridad eran cruciales, pero su ángulo no captaba del todo la supuesta empujón inicial.

El informe del médico forense también fue decisivo: indicaba que la lesión casi había perforado el hígado y requería una recuperación lenta y complicada. 

Aquello reforzaba la tesis de la acusación de que Alberto había actuado con una violencia desmedida. 

La abogada de la acusación particular, contratada por la familia de Raúl, insistía en recalificar los hechos como tentativa de homicidio, dado el riesgo para la vida de la víctima.

Tras varios meses de instrucción, el juez consideró que existían suficientes indicios para que el caso fuera a juicio. 

Calificaciones del Ministerio Fiscal y de la Acusación particular

El Ministerio Fiscal solicitó, de forma principal, 8 años de prisión por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa, al considerar que la zona del cuerpo donde fue herido Raúl (cerca de órganos vitales) y la contundencia de la agresión revelaban un claro riesgo para la vida. 

Subsidiariamente, y ante la posibilidad de que no se acreditase la intención homicida, planteó 6 años de prisión por un delito de lesiones graves con uso de instrumento peligroso.

Solicitó una indemnización de 20.000 euros para la víctima por los daños causados.

La Acusación particular, representando a la familia de Raúl, mantuvo la calificación de tentativa de homicidio de manera más rotunda y pidió 10 años de prisión, argumentando la elevada probabilidad de un desenlace mortal y el empleo de un arma (la botella rota) dirigida contra una zona vital. 

Además, reclamó una indemnización de 25.000 euros por los daños físicos, el perjuicio moral y los gastos médicos que se derivaron de la intervención quirúrgica y la rehabilitación de la víctima.

El juicio oral

La expectativa de condena era alta y el ambiente en la sala de la Audiencia Provincial, estaba cargado de tensión el día del juicio oral. Las miradas de Raúl y Alberto apenas se cruzaron. 

El primero llevaba una venda en el abdomen y caminaba con lentitud; el segundo, pálido y con ojeras, parecía no encajar en su traje prestado para la ocasión.

El abogado de Alberto basó su defensa en un arrebato puntual, alegando falta de intencionalidad homicida. 

Presentó a un perito que testificó sobre los efectos del alcohol y el estrés postraumático que arrastraba Alberto por problemas personales recientes. 

La Fiscalía, no obstante, argumentó que el mero hecho de usar una botella rota y dirigirla a una zona vital mostraba un claro propósito de causar grave daño.

El juicio duró varios días. 

Las declaraciones de testigos, médicos y peritos fueron contradictorias en algunos puntos, pero coincidieron en que Raúl casi muere por la herida. 

La sentencia

Finalmente, el tribunal dictó sentencia: condenó a Alberto por un delito de lesiones graves con instrumento peligroso, apreciando el atenuante de arrebato y la ingesta de alcohol, descartando así la tentativa de homicidio que exigía la acusación particular.

La pena impuesta fue de 4 años de prisión, de los cuales ya había cumplido uno y medio.

Con buena conducta, y al no tener antecedentes penales, la defensa confiaba en que pudiera disfrutar de beneficios penitenciarios pasado un tiempo. 

El tribunal igualmente, tras valorar el informe médico forense y los gastos derivados de la hospitalización y recuperación de Raúl, condenó a Alberto a abonar una indemnización de 18.000 euros en concepto de responsabilidad civil

Esta cantidad incluía el resarcimiento por los días de hospitalización, la rehabilitación necesaria y los perjuicios morales ocasionados a la víctima.

Raúl, por su parte, abandonó la sala con un gesto de alivio incompleto. Aún le quedaba una larga recuperación física y psicológica.

Afuera, la lluvia había cesado, y el sol de la tarde iluminaba el viejo edificio de los juzgados. 

El eco de la violencia aquella noche en el bar “Las Cañas Viejas” quedaba atrás, pero ninguna de las dos vidas volvería a ser la misma. 

Raúl llevaba grabada la cicatriz del miedo y Alberto pagaría con su libertad un instante de furia descontrolada. 

Así concluyó un caso en el que, por desgracia, una simple discusión se transformó en un delito de lesiones graves.

Tras la brutal agresión en el bar “Las Cañas Viejas” de Valencia, la situación de Alberto parecía insostenible. 

El atestado policial indicaba la existencia de unas lesiones graves que, según la acusación, podían incluso constituir tentativa de homicidio

Sin embargo, la intervención del abogado defensor jugó un papel determinante para rebajar aquella acusación y lograr que Alberto fuera condenado finalmente a 4 años de prisión por un delito de lesiones graves con instrumento peligroso, en lugar de enfrentarse a una condena aún mayor.

¿Cómo fue la actuación del abogado de la defensa?

1. La llegada del abogado y las primeras diligencias

Cuando Alberto fue detenido y trasladado a comisaría, su familia contactó con un letrado especializado en derecho penal. 

Desde el primer momento, este abogado comprendió la relevancia de las pruebas que se estaban recopilando y la importancia de las declaraciones iniciales para orientar la estrategia defensiva.

  • Entrevista con el acusado: El abogado se reunió con Alberto para escuchar su versión de los hechos y saber con detalle qué provocó su reacción violenta. Percibió que el detonante fue un comentario hiriente sobre la familia de Alberto, hecho que podía constituir un atenuante de arrebato u obcecación.
  • Presencia en la toma de declaración: Durante la declaración en sede policial y judicial, el abogado se aseguró de que Alberto mantuviera un relato coherente y no se incriminara en exceso. Aun así, quería dejar constancia de la provocación previa y el estado anímico alterado de su cliente.

2. Análisis jurídico: ¿Tentativa de homicidio o lesiones graves?

La Fiscalía apuntaba a una posible tentativa de homicidio por la gravedad de la herida y el uso de una botella rota. 

No obstante, el abogado defensor consideraba que, si bien la agresión fue seria, no existía una clara intención de matar, sino más bien de causar un daño puntual en un momento de ira.

  • Distinción de los tipos penales: Para la defensa, el punto clave residía en que no podía demostrarse un ánimo homicida. La botella rota se utilizó en un arrebato, pero no hubo premeditación ni plan alguno para acabar con la vida de Raúl.
  • Uso de informes médicos: El abogado solicitó el informe completo del forense para establecer en qué grado la lesión pudo haber sido mortal y si existió verdadero riesgo de muerte. Eso le permitía discutir la calificación jurídica de los hechos.

3. Búsqueda y proposición de pruebas

Durante la fase de instrucción, la defensa no se limitó a refutar los argumentos de la acusación, sino que propuso diligencias de prueba que pudieran resultar favorables a Alberto:

  1. Testimonios de testigos imparciales: El abogado contactó con el camarero y algunos clientes del bar que no tenían relación estrecha con Raúl ni con Alberto. Esperaba encontrar matices en sus declaraciones que indicaran que Raúl también había ejercido provocaciones físicas o verbales.
  2. Grabaciones de seguridad: Aunque las cámaras del local no captaban toda la secuencia con nitidez, el letrado insistió en que la grabación se examinara detenidamente para determinar si Raúl empujó a Alberto antes de la agresión.
  3. Estado emocional de Alberto: Con la ayuda de un perito psicólogo, el abogado trató de demostrar que su cliente sufría un importante desequilibrio emocional debido a problemas familiares y a la ingesta de alcohol. Esto podía aportar un atenuante de arrebato u obcecación (artículo 21.3 del Código Penal), o al menos reducir la gravedad de la pena.

4. Estrategia en el juicio oral

Una vez concluida la instrucción, el caso pasó a la fase de juicio oral. 

Allí se determinó que la acusación particular solicitaría una condena por tentativa de homicidio, al sostener que el lugar donde Alberto atacó a Raúl (el costado, cerca de órganos vitales) revelaba un claro propósito de acabar con su vida. 

Sin embargo, la defensa se afianzó en los siguientes argumentos:

  1. Ausencia de intención homicida:
    • El abogado argumentó que el ataque se produjo en un momento de irracionalidad extrema, sin premeditación ni voluntad de matar, algo respaldado por la conducta posterior de Alberto, que no continuó la agresión y dejó caer la botella.
    • Sostuvo que el lugar exacto de la herida fue consecuencia de la reacción impulsiva, no de una intención dirigida a un órgano vital.
  2. Atenuante de arrebato y consumo de alcohol:
    • El letrado insistió en que Alberto había bebido y se encontraba en un estado emocional alterado por la provocación de Raúl.
    • Solicitó que se aplicase la atenuante del artículo 21.3 del Código Penal (arrebato, obcecación u otro estado pasional de entidad similar).
  3. Contradicciones en la versión de la acusación:
    • Se resaltaron las inconsistencias en las declaraciones de la víctima y de algunos testigos afines a Raúl, que en ocasiones describían hechos que no coincidían con los vídeos o con la evidencia forense.
    • El abogado subrayó que el empujón previo no se veía con total claridad, pero varios testigos imparciales daban a entender que Raúl también colaboró a escalar la tensión.

5. Elementos de derecho procesal utilizados

Para hacer valer los derechos de Alberto y lograr la calificación de lesiones graves, el abogado recurrió a varias herramientas procesales:

  • Solicitud de pruebas periciales: Tanto el peritaje médico-forense como el psicológico fueron decisivos para probar la magnitud de la lesión y el estado mental de Alberto.
  • Interrogatorio exhaustivo de la víctima y testigos: Durante la vista oral, el abogado puso de manifiesto las contradicciones en los testimonios, aprovechando su facultad de interrogar a la parte contraria y a testigos adversos (artículos de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que regulan el juicio oral).
  • Argumentación sobre la calificación jurídica: En sus conclusiones, el defensor esgrimió jurisprudencia que distinguía entre el dolo de matar (propio de la tentativa de homicidio) y el ánimo de lesionar. Además, subrayó la importancia de que la conducta violenta surgiera de un estado pasional, lo cual reducía la punibilidad.

6. El resultado final: la sentencia

Gracias a esta estrategia, el tribunal descartó la tentativa de homicidio y condenó a Alberto por un delito de lesiones graves con instrumento peligroso (artículos 147 y 148 del Código Penal), imponiendo una pena de cuatro años de prisión. En la sentencia se destacó:

  • La falta de pruebas contundentes de un ánimo homicida.
  • La relevancia del atenuante de arrebato por la provocación y el contexto emocional de la discusión.
  • La admisión de la ingesta de alcohol como factor que contribuyó a la pérdida de control de Alberto.

Pese a la dureza de la condena, esta supuso un alivio comparado con la petición de la acusación, que se centraba en una pena muy superior por tentativa de homicidio. 

El abogado defensor, con su conocimiento del proceso penal y su habilidad para presentar los hechos de forma razonada, fue la clave para que el tribunal comprendiera el carácter impulsivo y no premeditado de la agresión.

En definitiva, la labor del letrado no solo se basó en la búsqueda de pruebas favorables y la explotación de las contradicciones de la acusación, sino también en la correcta interpretación de las normas y el uso de los atenuantes previstos en la legislación española.

Gracias a ello, Alberto evitó afrontar una condena de muchos años más, pues los magistrados consideraron que su conducta, pese a ser sumamente grave, no llegaba al extremo de constituir una tentativa de homicidio.

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